sábado, 6 de diciembre de 2008

Capítulo II - Fragmento I (por Sebastián Olaso)

Claro que no es fácil. Los caminos a veces desconciertan, pero hay que ajustarse a lo trazado. No. No hablo de lo trazado por uno mismo. No. Lo que Dios traza, lo que Dios nos traza, es sagrado. Claro que fue él, ¿quién si no? En ese caso, si hubiera ido en contra de los designios verdaderos, Dios lo hubiera evitado. Un simple mortal no tiene ni la fuerza, ni la gracia, ni el poder, ni la sabiduría ni el coraje suficientes. ¿Entender? ¿Usted cree que lo que no puede entender no tiene sentido? ¿En serio cree eso? ¿Y la humildad? La arrogancia no es parte de este asunto, definitivamente no: si Dios no la acepta, yo no la acepto. Intolerante, sí. Intolerante con lo que es dado ser intolerante. No se equivoque. No. El Señor no la abandona, es usted quien pretende abandonar al Señor. ¿Cómo que con qué? Habla de rescatar lo que él ha sacado. Sí, él. No importa en manos de quién. No importa cuál de sus siervos reconoció la paja en el trigo. Sí, la paja en el trigo. ¡Dios la perdone, señora! ¿Es posible tanta soberbia, tanto odio, tanto resentimiento? Exacto: aceptación. No, señora, resignarse no es quedarse cruzada de brazos, válgame Dios. La resignación es una actitud. Una elección. No. De ninguna manera. La búsqueda del Señor, la búsqueda de uno mismo en armonía con el Señor, la búsqueda de la oración, la búsqueda de. También, claro, ¿por qué no? La búsqueda de la justicia. Pero jamás hay que creer que la justicia del Señor es la justicia que pretende un alma contaminada por el resentimiento, la soberbia y la intolerancia. No sea insolente, señora: Hay diferentes intolerancias, y usted no puede permitirse dirigirse a Dios en esos términos. Bueno, no hay diferencia. Yo soy un cordero de Dios y ofenderme a mí es ofenderlo a él. Pero yo sí voy a ser intolerante en esto, señora, porque usted mancha el nombre del creador con. Sí, la disculpo y le explico. Tome, acá tengo un pañuelo. Le decía que el hombre debe ser tolerante a la voluntad todopoderosa del Señor, pero debe ser intolerante con quien pretenda. Cálmese. Rece y pídale paz. ¡De ninguna manera! Es Dios quien da y quien quita. No, no, no. Los hombres, escúcheme bien: los hombres que puedan haber hecho eso, estaban obedeciendo la voluntad de. Sí, señora, nada en este mundo se hace fuera de su voluntad. No le grito. Pero usted tiene que entender que si las cosas suceden es porque tienen su razón. No mezcle las cosas. Su sed de venganza sucede porque. ¿Ah, sí? ¿Es de justicia su sed? ¿Y entonces? Si usted tiene sed de justicia, puede estar tranquila: Habrá justicia. Sí, claro que se lo garantizo. Hoy o mañana, en la tierra o en el cielo. No le quepa duda. No, por favor, no se ponga así. Están sus recuerdos, está usted misma. Claro que existen. Usted vive y su vida vale. ¿Sabe una cosa? Su dolor es más noble que... su dolor... su dolor puede ser más noble que la más noble de las oraciones. Sí, se lo digo en serio. A ver, sí, sonría, así me gusta. El dolor... Sí, claro que es legítimo. Nunca, Dios nunca la va a abandonar. Yo tampoco. Yo voy a rezar por usted, por su hija, por la paz de estas dos almas que se han desencontrado en la tierra, pero que siguen unidas para siempre. ¿Sí? ¿Lo siente? ¿Vio que acercándose al Señor el espíritu se cura? ¿No siente ahí una melodía? En el pecho. ¡Eso! Respire hondo. Sienta la paz, huélala, apodérese de la paz. Sí que le alcanza. Tiene que alcanzarle. De usted, eso depende de usted. Dios está siempre en su corazón. ¡Claro! Su hija también. A ver esa lagrimita... Déjela correr. En esa lágrima se va el rencor. Sí. Cálmese. Eso ya lo hablamos. Con su llanto se va el rencor, usted vuelve a su casa y deja de Dios siga con su tarea. ¡No vuelva sobre eso, por favor! No voy a permitir que diga eso en la casa del Señor. Usted y yo somos huéspedes y estamos obligados a respetarlo. Voy a hacer de cuenta que no la escuché, señora. Porque eso es demasiado. Decir que Dios es injusto es ser injusto con Dios. Sí. Por supuesto. Y lo sostengo. ¿Que se lo repita? ¿Me está desafiando? ¿Está desafiando al Señor? ¡Sí es justo, sí es piadoso, sí es bueno, sí es sabio, sí es...! ¡No se lo voy a permitir! Retírese ya. Ya mismo. No, ni una palabra más. Está bien. Tranquilícese. Sí, yo también, yo también. ¿Cuánto hace que no reza? Siga, entonces, siga rezando todas las noches, pero entréguese. ¿Me oye bien? Entréguese al Señor. No blasfeme, no lo cuestione. Sea humilde. ¿Sí? ¡Muy bien! Y a ella también, por supuesto. Claro que le va a gustar, a Dios le va a gustar que usted busque a su hija en la paz de la oración. Sí, ese es el camino. Es que los caminos, como ya le dije, a veces desconciertan. Y no es fácil, no, claro que no es fácil.

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